domingo, 25 de julio de 2010

El día y la noche

La luz es el único elemento que hace diferentes, desde un punto de vista analítico, al día y la noche. Si bien esta distinción es totalmente racional, la gran mayoría de culturas y sociedades no la tienen en cuenta a la hora de diferenciar entre los dos conceptos temporales. Las sociedades, sobretodo la occidental, vislumbran otro tipo de distinciones, normalmente de origen literario e histórico, que hacen más honda la diferencia entre día y noche.

La noche viene a ser algo así como el símbolo del mal. El crimen va asociado en multitud de ocasiones a la nocturnidad. Asimismo, la oscuridad y el silencio se ven como algo negativo, quizá justificado por el miedo de gran parte de la población a la soledad y a lo desconocido. Siempre se ha asociado que el hombre bueno, con una vida puritana, dormía de noche. En cambio, el fiestero, el irresponsable, vivía la noche. Esta mitificación de la noche como algo maligno se ha visto alimentada durante siglos por la literatura, a través de la creación de cuentos y mitos, cuyos protagonistas principales (brujas, fantasmas, hombres lobo, etc.) aparecían de noche y tenían una caracterización claramente negativa. Así pues, y de manera inconsciente, nos encontramos con una posición contraria a la noche y a todo lo que la rodea.

La otra cara de la moneda es el día, sinónimo de alegría, muchedumbre, ruido... La luz del sol lo ilumina todo y parece que el mal se esconda durante horas cuando los rayos del astro rey impactan en la tierra. Tampoco abundan los seres malignos, mitificados por la literatura, mientras el sol está presente. La gran estrella actúa como si de un policía se tratase, custodiándonos del mall. Sin embargo, y como todo funcionario, cuando acaba su horario de trabajo se marcha, dejándonos desamparados y sin protección ante el mal. Es en el ocaso cuando cuatro paredes son las que se encargan de velar por nuestra seguridad hasta el próximo amanecer.

Simplemente hay una diferencia real y objetiva entre el día y la noche, la luz. Este preciado elemento hace que todo lo que rodea a los dos momentos temporales sea totalmente distinto. A partir de esta ausencia de iluminación, en el caso de la noche, o de la presencia de la luz, durante el día, el hombre y la literatura han ido moldeando las personalidades de la gente y de todo lo que le rodea, basándose en hechos indemostrables y fruto de los sueños y fantasías humanas.


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