sábado, 3 de marzo de 2012

“El Telón: Ensayo en siete partes” Milan Kundera




- “Lo único que nos queda ante esta irremediable derrota que llamamos vida es intentar comprenderla. Ésta es la razón de ser del arte de la novela.”
Esta frase tiene, para mí, bastante sentido y razón. De entrada puede parecer una tontería pero luego uno se da cuenta de que en innumerables ocasiones de su vida cita a libros y obras para intentar explicar determinados comportamientos. Está claro que a veces la realidad supera a la ficción pero en un gran número de ocasiones no es más que una historia que bien podría suceder en la vida real y que, en ocasiones, pasa. Al final cuando el escritor habla de personas y de la vida está utilizando argumentos e historias que, probablemente, le hayan sucedido a alguien. En el fondo las novelas en las que hay personajes humanos sirven para intentar comprender más el comportamiento de la especie (aunque a veces sea un comportamiento totalmente incomprensible por parte del lector como podría ser el de Bastian en La Historia Interminable). A la vez que vemos que su comportamiento es antisocial y huraño, nos damos cuenta de que es una realidad que también está presente en nuestra sociedad y nos ayuda a comprender sus pensamientos y su manera de actuar.



- Fielding y sus ‘digresiones’
No me sorprende, para nada, que el escritor introduzca sus pensamientos y sus reflexiones (digresiones) a través de la story de la novela, quizá porque esté acostumbrado a ello. La novela es pues un texto con un alto grado de subjetividad porque se presta a las ideas y los pensamientos que su autor quiera exponer y verter en ella. Sin embargo, me parece que las digresiones a las que Fielding se refiere, son los pensamientos y reflexiones propias que se expresan en forma de soliloquio (en boca de alguno de los personajes). Creo que la novela (y cualquier historia en general) siempre ha tenido un argumento y que éste es lo que el autor ha querido mostrar y comunicar a los lectores. Las novelas, las historias, las películas, etcétera, tienen una idea principal detrás, que es la que el autor pretende que extraigan sus lectores, oyentes o espectadores. Considero que las famosas digresiones de Fielding van más encaminadas hacia el pensamiento político o filosófico que hacia otro tipo de cuestiones que una trama lleva intrínsecamente en su forma, como puede ser la idea principal de un relato.


- “Fielding no inventaba historias imposibles o increíbles; aun así, la verosimilitud de lo que contaba era su última preocupación; no quería deslumbrar a sus oyentes mediante la ilusión de la realidad, sino por el sortilegio de su fabulación, de sus observaciones inesperadas, de las situaciones sorprendentes que él creaba”.
No puedo estar más de acuerdo con el pensamiento de Fielding en este sentido. La literatura no es una rama más de la realidad. La novela no es más que un montón de páginas envueltas entre dos tapas. Lo que pasa dentro se queda dentro. No entiendo la obsesión enfermiza que tienen algunos de que la novela tenga que ser realista. Lo importante es que te sorprenda, te atrape y te cautive lo suficiente como para seguir leyendo. El buen autor es aquel que crea una novela verosímil de algo inverosímil. Kafka lo llevó a cabo a la perfección con La metamorfosis. Hizo de algo irreal y sorprendente, algo verosímil. Lo mismo logra Wilde con El retrato de Dorian Gray o el mismo Ende con La historia interminable.

- “La forma de cada pequeño objeto, de cada silla, de cada falda, quedó marcada por la proximidad de su desaparición (transformación). Entramos en la era de las descripciones. (Descripción: compasión por lo efímero; rescate de lo perecedero.) El París de Balzac no se parece al Londres de Fielding; sus plazas tienen nombre; sus casas tienen colores; sus calles, olores y ruidos; es el París de un momento preciso, un París tal como no era antes y tal como ya no será nunca más.”
Es sorprendente que este cambio esté marcado de una forma tan clara en la evolución literaria, puesto que cuando uno lee novelas no suele reparar en este tipo de detalles. No me parece raro que Fielding, al que no le importaba nada la verosimilitud de sus obras, no fuese detallista en el sentido de localizar la acción de la novela hasta el extremo de la ciudad, la calle, la hora, el olor, los colores y demás. No obstante, para los autores que creían y pretendían hacer un relato lo más ‘realista’ posible, este tipo de datos les echa una mano. Pero si para alguien es importante, es para el lector. Cuando lees una novela (sobre todo histórica) y sabes dónde está localizada, dónde sucede la acción, te lo imaginas de una manera totalmente diferente. En Nada, Carmen Laforet logra que te pasees por Barcelona de la mano de Andrea. Eso le da verosimilitud, le da credibilidad y facilita la imaginación del lector. Puede que una novela sin una localización clara y sin detalles sea buena y verosímil, pero el lector siempre agradece una descripción verosímil del lugar de la acción.

- “El novelista no es un lacayo de los historiadores; si la Historia lo fascina es porque para él es como un foco que gira alrededor de la existencia humana y que ilumina las desconocidas e inesperadas posibilidades que, cuando la Historia está inmóvil, no se realizan, permanecen invisibles y desconocidas”
Esta explicación sirve para ilustrar cómo en tantas ocasiones los novelistas se han fijado en acontecimientos históricos para dar rienda suelta a sus obras. No es que la Historia les apasione de por sí, sino que son los comportamientos humanos que este tipo de acontecimientos históricos provocan lo que realmente les fascina. La revolución francesa está repleta de ejemplos. Obras como Scaramouche de Sabatini o Historia de dos ciudades de Dickens no hacen más que narrar y explicarnos determinados comportamientos humanos que se desarrollan en un contexto revolucionario que afectó a las personas de manera radical. Se vio lo mejor y lo peor de ellas, como en muchas situaciones históricas comprometidas. Así pues, los acontecimientos de carácter histórico no son más que un panal al que los autores se acercan para coger la miel, para nutrirse de personajes peculiares e importantes y explicar sus actitudes y sus preocupaciones en esos momentos.



- “La vida es corta, la lectura es larga y la literatura se está suicidando debido a una proliferación insensata. ¡Y cada novelista, empezando por sí mismo, debería eliminar todo lo que es secundario, clamar para sí y para los demás la moral de lo esencial!”
Estamos ante de una autocrítica, para mí, muy acertada pero que se ve envuelta, como todo a nuestro alrededor, en un ambiente consumista. El autor escribe para ser leído y para ganar un dinero con el que poder vivir, no lo perdamos de vista. Lo que Kundera dice solo se lo podrían permitir los mejores novelistas, los más grandes. Sólo está al alcance de unos pocos desprestigiar parte de su obra para encumbrar otra parte. Los demás, el novelista medio, está condenado a publicar y publicar con la intención de subsistir. La vida no es corta, lo es si se compara con la cantidad de obras que uno pretende leer, que siempre son demasiadas. La mayoría de veces juzgamos pronto y mal a un autor. Nos leemos un libro y, si nos disgusta, ya no leemos nada más de él. De esta manera nos podemos perder otras obras verdaderamente interesantes, pero es el contexto histórico lo que nos delimita como personas. No tenemos más tiempo para leer del que disponemos para vivir.



- “El olvido no sólo trabaja durante las pausas, sino que participa también continuadamente, sin interrupción alguna, en la lectura; al dar la vuelta a la página, olvido ya lo que acabo de leer; no retengo sino una especie de resumen indispensable para la comprensión de lo que está por seguir, mientras se borran los detalles, las pequeñas observaciones, las fórmulas admirables.”
Desgraciadamente para el novelista, no toda la amplitud de su novela permanece perenne en el pensamiento y el recuerdo del lector. A pesar de eso, el autor es consciente de que eso va a ser así, lo que tiene que conseguir es que la idea general, la historia de su libro, quede en la memoria del lector de por vida. Con el olvido se constata que no todo lo que se escribe será recordado, pero todo lo que se escribe es fundamental para que algo, una parte del todo, sea recordada. El autor debe cuidar mucho todas y cada una de las palabras y expresiones utilizadas porque de el éxito individual de cada palabra y cada frase depende el triunfo del todo como novela.

- “Creemos prolongar la vida de una gran novela mediante una adaptación, y no se hace sino construir un mausoleo en el que sólo una pequeña inscripción en el mármol recuerda el nombre de quien no está ahí.”
Estas palabras no son más que un ataque de Kundera a las adaptaciones cinematográficas que se hacen de las novelas. Siempre he pensado que primero hay que leerse el libro y luego ver la película. El filme no es más que una interpretación de la novela, de las miles de visiones posibles que un libro puede tener. Leer es una actividad personal, subjetiva e interpretable, pero, sobre todo, individual.

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