miércoles, 23 de febrero de 2011

Puritanismo diplomático

Hace apenas un par de meses, antes de que empezaran las revueltas en el mundo árabe, nadie en el mundo occidental (ni la ONU, ni la Unión Europea, ni EEUU) alzaba la voz o denunciaba lo crueles que eran las dictaduras que imperaban, desde hace décadas, en el norte de África. Los regímenes autoritarios de Túnez, Egipto y Libia, entre otros, contaban con el visto bueno de occidente, que apoyaba, tanto a nivel militar como político, las dictaduras de Zine Ben Alí, Hosni Mubarak y Muamar El Gadafi. Desafortunadamente para estos tiranos, los apoyos políticos son como las palabras, se las lleva el viento a las primeras de cambio. En cuanto apareció el primer indicio de revolución popular en Túnez, desde Europa se pusieron el velo integral –ahora que está tan de moda- tratando de esconderse y evitando posicionamientos comprometidos. Primero vino Túnez, después Egipto y todo hace indicar que la Libia de Gadafi será la próxima en caer.


Cuando la revuelta tenía visos de triunfar en Túnez, la actitud occidental cambió drásticamente. Se quitaron el velo y empezaron a clamar justicia y a prometer duros castigos contra los líderes atroces de esos pobres países. Ese ejercicio de hipocresía diplomática no es más que una muestra extrapolada de lo ruines que pueden llegar a ser las personas. Occidente tendió la mano a los tiranos norteafricanos durante décadas, aún sabiendo que sus políticas no entendían de derechos humanos, y sólo les retiró su apoyo cuando las dictaduras se vinieron abajo por el clamor popular. Ahora, alardean y presumen de ser los grandes defensores de la democracia y los justicieros de los criminales. Después del bombardeo de civiles que protestaban en Trípoli contra el régimen de Gadafi el pasado lunes, desde la ONU se rasgaban las vestiduras afirmando que el líder libio puede ser acusado de "crímenes contra la humanidad". ¿Acaso no cometió el régimen libio crímenes atroces y dignos de ser juzgados por un tribunal internacional durante su dictadura?

El puritanismo diplomático le hace daño a occidente, nos hace daño a todos. Mostrar indignación y clamar justicia al cielo después de ser cómplice de unas tiranías tales como las del norte de áfrica no es más que el viejo truco de tirar la piedra y esconder la mano. Occidente tiene valores y principios suficientes como para evitar este tipo de comportamientos deleznables, impropios de una sociedad desarrollada.

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